¿Qué es ser youtuber? ¿Nace o se hace? ¿Es lo mismo que ser vídeoblogger? ¿No? ¿Por qué no? ¿Por qué todo el mundo habla de ellos? ¿Los adoras o los odias? Porque eso de que nunca habías oído hablar de ellos, si no tienes un DeLorean aparcado en la puerta de casa, sencillamente no cuela.
Vayamos por partes. Podríamos decir que un youtuber es el propietario de un canal de Youtube. Pero si fuese tan simple como eso, amigos, yo no estaría tecleando estas palabras ahora mismo.
Los youtubers son esos tipos con pinta de seguir viviendo en casa de su madre y de haber estudiado Comunicación Audiovisual (sí, hay una subespecie específica para esto último pero ya os lo contaré otro día) que se dedican a hacer vídeos graciosos en Internet sobre cosas graciosas de Internet. O sobre cosas en general. O sobre su vida. O sobre algo.
Según lo hagan con más o menos estilo -o gracia-, serán auténticos youtubers o se quedarán en vídeobloggers, que son los hermanos pobres y mucho menos creativos, que seguramente ni han estudiado Comunicación Audiovisual ni nada y que se dedican a contar su vida a pelo frente a la cámara, como ya hemos dicho, con mayor o menor gracia. Hay algunos que te enseñan los trapitos nuevos que se han comprado, lo que piensan de un tema determinado o bien… ¡horror! la última subcategoría de todas: hacer tutoriales.
Como dice una buena amiga: Si no hay un tutorial de alguien del otro lado del charco explicando cómo hacerlo en Youtube, no existe. Y eso es así.
Pero vayamos al grano, ¿por qué el mundo los odia? Respuesta rápida: porque hacen dinero contando su vida en Internet. Y el resto no podemos y mira que echamos tiempo. Y si nos metemos ya en el terreno de las agencias de publicidad, donde los youtubers son el equivalente a un COMPRO ORO digital colgado en, por decir algo, las posaderas de Kim Kardashian, la cosa se complica mucho más. Que se pase por el forro el briefing una superestrella del cine o de la tele, pase, ¿pero un chaval con un canal de Youtube? Siempre hubo clases.
Pero que nadie se confunda, este no es un artículo hater. Que a mí me gustan muchas vídeobloggers y hasta alguna youtuber. Sólo es una herramienta más para comunicarse con el mundo exterior, y ya sabemos la imperiosa necesidad que tenemos los millenials de expresar nuestra complejísima personalidad sin que nadie nos haya preguntado nunca. Luego ya, que me interese como receptor lo que opinas sobre cómo deberíamos vivir los demás nuestra vida o sobre, no sé, la cría en piscifactoría de la trucha común autóctona es otro cantar, y de ahí que me enganche a tus vídeos o cierre pestaña con un bostezo. Pero como nos enseñó el hombre elefante, todo el mundo tiene su público y cada cual que se suscriba al canal que más rabia le dé. Al fin y al cabo, ¿para qué están las redes sociales si no es para para contarnos a los demás por qué tu opinión mola más que la nuestra?