¡Muy buenas a todos nuestros seguidores potateros! Lo primero de todo, mandaros todo mi ánimo para este miércoles (¡venga! ¡Que ya estamos a media semana!).
Hoy me gustaría dedicar el post para hablar sobre el tema estrella y más pantanoso que afecta a todo diseñador: la lucha con su propio ego. Me gustaría exponer de manera sincera lo que significa para mí ser diseñadora, las sensaciones, frustraciones y situaciones diversas a las que me enfrento cada vez que encaro un proyecto. En este post no quiero escribir sobre cualquier tema facilón asociado al diseño que podríamos encontrar en cualquier libro técnico de diseño y marketing. Quiero hablar precisamente de la parte más difícil y dura de admitir. Quisiera hablar desde el corazón de las sensaciones que experimenta un diseñador a la hora de realizar su trabajo, de lo bueno y lo malo que conlleva la máxima de “realizar con pasión lo que haces”. En este post también quisiera romper una lanza a favor de los diseñadores y generadores de expresión artística en general. Ya sé que tenemos fama de arrogantes, altaneros, egocéntricos, perfeccionistas, de ser algo mal humorados cuando critican nuestro trabajo y de creernos “Dios”. Dejadme deciros que eso no es siempre así, por lo menos para muchos de nosotros. Sé que todas las explicaciones que intente dar hoy no justifican nada, simplemente busco algo de entendimiento.
Es dura la sensación de enfrentarse al vacío, o en mi caso actual, a una “mesa de trabajo” de Illustrator en blanco. La verdad, es que llevo muchos años teniendo esa misma sensación de miedo e incertidumbre cada vez que parto de cero, normalmente, debería de estar curada ya de espanto después de 5 años de Bellas Artes en la que no hacia otra cosa que estrenar papeles de 170cm de alto (que con mi metro cincuenta y siete de altura se ve de otra manera) cada mañana a las 8:30h sintiendo la respiración de un profesor no muy simpático que tiernamente susurraba en mi oreja: “El encaje está mal, empieza de nuevo.” (mientras dulcemente rasgaba mi dibujo de dos horas de arriba abajo). Tantas veces ese mismo trago y aún sigo sintiendo lo mismo al empezar cualquier proyecto. Personalmente me sorprende que alguien pueda hacerse una persona arrogante, altanera o con aires de grandeza habiendo tenido esa tremenda cura de humildad diaria durante 5 años de carrera. Porque si algo aprendí en Bellas Artes y en el Máster (más aún si cabe) fue a poner los pies en la tierra, a sentir ese “pudor” a la hora de enseñar mi trabajo y a saber que todo trabajo siempre es susceptible de ser mejorado.
Y de vértigo en vértigo, de desilusiones a grandes satisfacciones, conseguí llegar hasta aquí. Superándolo y creciendo. Pero me di cuenta de que realmente esa sensación nunca acabaría, que si en la vida de estudiante era una constante, en la vida laboral es una regla. Siempre va a haber alguien juzgando tu trabajo (con mayor o menor idea del asunto e ignorando la dedicación y el empeño) profesores, clientes, familiares, gente de la calle, etc. Siempre hay que intentar entender el porqué de cada crítica, ponerte en duda y trabajarte la humildad, con paso firme y seguro de lo que haces, defendiendo lo tuyo y exponiendo tus argumentos, pero abriendo siempre la mente a nuevos puntos de vista. Tu profesionalidad y sobre todo tu humildad serán las que te harán saber si estás en lo correcto o no. Puedes tropezar mil veces, estar atascado y con la sensación de que te supera. Pero si al final de la batalla consigues acertar merece la pena toda frustración pasada y la sensación de satisfacción por el trabajo bien realizado que te queda es suficiente.
Día a día llegan clientes a Sr. Potato expectantes de nuevas creatividades o estrategias que consigan relanzar o potenciar su marca, una vez más vuelve a ser dura la amada “Mesa de Trabajo” de mi amigo Illustrator. Todavía puede ser aún más duro si aun habiendo leído el briefing (si es que lo hay) y realizado por tu cuenta un estudio previo sobre la marca (competidores, publico objetivo, target, esencia de marca, etc.) te das cuenta de que la única conclusión que puedes extraer de tu reunión de hace dos horas con el cliente es que se encuentra algo perdido y te toca ser su brújula. Considero que (previo estudio de la marca) uno de los pasos más importantes para llegar a crear un buen diseño es tener algo de psicólogo, saber leer al cliente, o mejor dicho, saber embaucarle. Conseguir convencerle con tus argumentaciones de que, efectivamente le gusta tu propuesta y es exactamente lo que buscaba. Existen tantos tipos de clientes que sería imposible establecer una metodología de actuación común, por ello no nos queda más remedio como diseñadores que convertirnos por un par de horas en toreros y entrar a la plaza como valientes. Es en estos momentos cuando nuestro ego (previamente sanado) se convierte en nuestro mejor aliado. Él será el que nos ayude a realizar el trabajo de la mejor manera posible, porque aunque el diseño final no sea el que tú hubieses querido que fuera inicialmente (y puede que incluso no te guste demasiado) estas plenamente satisfecho, porque el fin de tu trabajo es que el cliente quede satisfecho, tus satisfacciones son otras y para ti quedan. Cuando uno ama verdaderamente lo que hace se vuelve humilde. Ese es el verdadero éxito como diseñador y el más de difícil de alcanzar de todos.