Despertar la Potata

Como buena “bella-artista” no paro nunca de darle vueltas al coco y de buscar relaciones y explicaciones a todo lo que al arte (y al mundo en general) confiere concierne. Soy intensa, lo sé. Soy así, no lo puedo evitar J

El domingo pasado decidí ir al cine. ¡Qué original! Tuve el típico día difícil y de bajón. Si, de esos. Sé que sabéis a qué me refiero. Un odioso día de esos. ¡Un domingo cualquiera, vamos! Llevaba todo el día con esa famosa sensación depresiva de desagradable desazón que provocan los domingos.

Antes de comenzar la sesión de cine y haciendo tiempo curioseando por las tiendas de alrededor (resistiéndome a entrar en la heladería de enfrente) entré en una librería sin mucho afán y me puse a ojear una buenísima edición de Taschen dedicada al pintor Gustav Klimt que llamó mi atención al instante (si, de esas que cuestan lo que pesan, y con razón). La verdad que no pude evitar emocionarme y maravillarme una vez más con su pintura. No sé si alguna vez habéis sentido ese sentimiento del que estoy hablando, ese que te carga las pilas a tope y te vuelve amiga del mundo y hace que creas en la belleza de la humanidad una vez más. Y es que así es el arte amigos míos, tiene el poder de resetearte la cabeza al instante, de hacer borrón y cuenta nueva por unos instantes a tus problemas.

Mientras recorría cada página entusiasmada recordé lo mucho que amo mi profesión (esa que tanto me ha puteado a veces), el diseño gráfico y la suerte tan grande que es poder decir eso. Recuerdo que al salir de la librería llena de buen rollo, de nuevo sentí estar en el camino correcto, pero sobre todo sentí una inmensa gratitud.

Este post sencillamente es un “gracias”. Gracias al arte y a los artistas que se preocuparon por dar testimonio y por retratar el carácter, el espíritu y la esencia de mil instantes. Gracias por hacernos sentir y vivir la vida con más fuerza. Y gracias por ser de vez en cuando ese “chute” de energía que me hace falta.

Es importante dar las gracias, siempre.

PD: La peli que ví después la recomiendo: Mr Manglehorn, la última de Al Pacino. Para todos los que como yo a veces necesitáis que algo os dé la vuelta a la tortilla y os haga despertar la “Potata” que lleváis dentro

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